¿A quién no le gusta ser bien tratado? Sobre todo hoy en día, cuando en los supermercados, en los centros comerciales o en Internet las relaciones van asumiendo un carácter cada vez más impersonal y distante. Y la manera habitual de retribuir un buen servicio prestado es por medio de la propina.
La propina resulta de un lazo personal establecido en una prestación de servicio. A la mera necesidad comercial, ella asocia el sentimiento humano de la simpatía, quitándole así al dinero su prepotente dominio.
Ella es dada libremente… Sobre la libertad de dar o negar la propina, las opiniones se dividen y las discusiones son interminables.
Muchos dicen que ella está determinada previamente por hábitos sociales o usos locales. No sería, pues, tan libre así, y en ciertos restaurantes frecuentemente viene incluida en la cuenta, lo que algunos consideran una desagradable imposición.
Calcula la propina. Lo normal es dejar entre el 15% y 20% del costo total, pero un servicio realmente bueno o adecuado en un restaurante particularmente lleno puede merecer el 25%.
Añade un poco de dinero extra a la propina si decides quedarte un poco más de tiempo en la mesa. El camarero recibe un salario pagado en base a la cantidad de personas por hora, lo que es generalmente menor que el salario mínimo y necesita de las propinas para poder vivir. El ocupar por mucho tiempo una mesa hace que la cantidad de clientes descienda, reduciendo sus propinas considerablemente.
Sé una buena persona y compensa la diferencia si es que tu compañero de cena deja una escasa propina. Alternativamente, si sabes que la persona con quien comes suele dejar malas propinas y está pagando por tu cena, ofrece dejar la propina.
Saludos... Ing. Milton Orellana Montaño..!!
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