El filosofo rumano Nicolae Iorga afirma:”El hombre verdaderamente bueno es solamente el que habría podido se malvado y no lo ha sabido.”
La autentica bondad, por tanto no es la ñoñería. Ser bueno no significa ser bobo. Los hay que son buenos porque no saben ser malos. Es realmente bueno el que pudiendo ser malvado no lo es, el que pudiendo transgredir no trasgrede. La bondad no es la mera ausencia de maldad. La bondad se conquista y supone una batalla ganada a la maldad.
Conviene redescubrir el valor de la genuina bondad. La verdadera bondad del corazón debe trabajarse a diario, implica una lucha constante contra el mal y es, a su vez, una actitud recia y serena, siempre pronta a ayudar al prójimo.
Seamos buenos y hagamos el bien. Es una tarea ardua, pero fascinante, que vale la pena llevar a cabo en la vida. El hombre verdaderamente bueno es un luchador, no un pusilánime que es bueno porque es incapaz de ser malo.
La bondad y el bien son fruto de un esfuerzo decidido y tenaz, no el mero resultado de una pasividad anodina.
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